El enigma Messi

He de reconocer que me repugna colgar el cartel de genio a un jugador con apenas tres partidos jugados. Soy más de la teoría de Johan Cruyff, que define como genio del fútbol a un futbolista que lleva dos temporadas rindiendo al más alto nivel. Porque es fácil llegar arriba (relativamente, claro). Pero lo complicado es hollar la cima y vivir a siete mil metros de altura, con todos los elementos en contra y con el oxígeno de la normalidad escaseando ante tanto piropo interesado y vicios fáciles de adquirir.
Por eso, cuando llevamos un año hablando de Pelé y Maradona, transmutados en Robinho y Messi, se me encienden todas las alarmas. Porque hay que dejarle tiempo al tiempo, porque el fútbol es indescifrable en sus designios y manías. Una larga lista de jugadores han quedado engullidos bajo el implacable destino que marca el fútbol: Saviola, Riquelme, D'Alessandro, Rodrigo, Savio, Denilson, Joaquín... jugadores llamados a liderar la bandera del fútbol del futuro, y que han terminado liderando a batallones menores, formados por jugadores rasos y bandoleros del fútbol.
Y en estas, Messi, definido por el genio del periodismo deportivo, contradice todo lo dicho anteriormente, y dirige de director de orquesta en un partido tan vital como un Chelsea contra el Barcelona. No sé que deparará el futuro, y si Messi tendrá reservado un billete para el Olimpo. Pero que el presente es suyo, eso es innegable. Pese a que me cueste reconocerlo.