Todos los fichajes, los rumores, que si pago la cláusula, venga no que cambiamos cromos, que si yo he siempre he sido culé y, por supuesto, vengo al club de mis amores. Gracias Zoran Vekic, tú haces mi verano mejor.

martes, octubre 25, 2005

Un histórico en apuros

Como los reyes magos. Los sabemos de carrerilla. Hay tres equipos en Primera que nunca han bajado: Real Madrid, F. C. Barcelona y Athletic de Bilbao. Con respecto a los dos primeros, es más complicado que bajen que Lillo se haga íntimo de Clemente. Pero con respecto a los del Botxo, este año suenan las alarmas como en tiempos de Stepanovic.
Con un presidente de modales un tanto chulescos y de actitudes muy personalistas (¡menuda novedad en el fútbol!), los bilbaínos encaran el futuro anclado en la tradición. Pero muchas veces, esta tradición desnorta y te hace creer más de lo que puedes ser en un planeta fútbol globalizado. Si bien hay que felicitar a los vizcaínos por mantener incólume la filosofía de "juegan los de casa" (a pesar de los parcheos que vienen de Navarra y Guipúzcoa), las maneras siguen pesando demasiado.
El gran Lamikiz, que ya las liara en lares más "académicos", se creyó el mesías bilbaíno. Echó a Valverde, un entrenador que, para los tiempos que corren, estaba bastante apañadito y tiró del técnico heróico del Eibar, Mendilíbar. Queriendo marcar diferencias con el presidente anterior, Lamikiz ha proclamado a los cuatro vientos que su entrenador es Mendilíbar. Pero el duro técnico, que está brillantemente definido aquí, no está resultando.
Con una economía lastrada por los grandes contratos a lo Julen Guerrero; con un jugador clave lesionado como es el caso de Urzáiz; y, muy importante, con la imposibilidad de llevarse jugadores a precio de saldo de la Real Sociedad u Osasuna por su falta de liquidez (adiós a los fichajes a lo Roberto Ríos), el club vasco se ha metido en una peligrosa espiral. Como no funcionen inmediatamente los Iraola y Llorente, el histórico conjunto tiene todas las papeletas para sufrir más de la cuenta. Y de paso, dar la razón al, en este caso, apocalíptico Segurola (suele pasar cuando hablas de tu equipo), que lleva varios años presagiando el final de una bella historia. No quisiera ser Lamikiz si eso pasara.