Todos los fichajes, los rumores, que si pago la cláusula, venga no que cambiamos cromos, que si yo he siempre he sido culé y, por supuesto, vengo al club de mis amores. Gracias Zoran Vekic, tú haces mi verano mejor.

viernes, marzo 31, 2006

Tomás Reñones o el maestro de Cafú

Abro las páginas de los periódicos deportivos y, sorpresa, otro futbolista más que logra triunfar tras colgar las botas. Aunque en el caso que nos toca, comentan que también colgó los cuchillos, cadenas y puños americanos. Como no, el personaje de la semana es Tomás Reñones, aquel fino y estilista lateral derecho del Atlético de Madrid, que ponía las gotas de calidad en una defensa liderada por Juanma López, un tipo que deja al Doctor Alfaro a la altura de Heidi en el jardín de infancia.
Porque Tomás tenía las virtudes propias de los laterales brasileños aderezadas con un compañerismo en el campo de juego fuera de lo común. Con él, Bilardo no hubiera durado un día en el cargo, ya que era de los que echaba la pelota fuera en cuanto veía a un contrario en el suelo; se preocupaba del estado de las rodillas y tibias de los delanteros, recriminaba el juego sucio de los colchoneros. Vamos, decir que a los delanteros contrarios se les saltaban las lágrimas cada vez que veían a Tomás en el campo sería quedarse corto. Qué humanidad desprendía, qué gusto por el contacto humano, la proximidad. Luego, la prensa, en ese cortomirismo habitual, no tuvo a bien más que equipararle con los Juanma López o Pizo Gómez de turno.
Pero Tomás está por encima de todo eso. No en vano es el tercer jugador que más partidos oficiales ha disputado con el Atlético de Madrid, con 463. Compañero inseparable de Juanito y Solozábal, Tomás Reñones ha sido santo y seña de los laterales derechos. Cuentan que Cafú decidió apuntarse al "jogo bonito" tras ver en acción a un elegante y desprendido Tomás Reñones.
Y cómo ha llegado a ser actual alcalde de Marbella este espléndido jugador? Porque mira que han caído compañeros de partido a mansalva y él, impertérrito y limpio de mancha. Cuentan, que cuando la Policía Nacional entró a su despacho y le dijeron que se le atribuía participación en el desfalco de las cuentas de Marbella, Tomás Reñones se levantó de su silla y juntó ambas manos escenificando el gesto de piscina, piscina. Tras lo cual, pasó a dibujar en el aire un esférico imaginario diciendo balón, balón, yo he dado al balón. Los agentes se miraron entre sí y le pidieron perdón por haber dudado de él. Y ahí sigue, aferrado a su sillón, cual Fernando Martín. Impresionante. La herencia de Gil. Y aún le siguen tratando con admiración.